miércoles, 2 de marzo de 2011

Vida de un paseante

Hace seis meses que llegué a Hamburgo. Desde entonces, no he dejado de escrutar esta ciudad. Hay gente que tiende a fijarse en el envoltorio que adorna todas las guías: edificios, parques, iglesias, museos, etc. A mí me da por observar a sus gentes. Una de las cosas que más me llamó la atención al poco de llegar fue el entusiasmo de los alemanes por las terrazas de los cafés y restaurantes. Al mínimo rayo de sol, saltaban como posesos a las tumbonas, sillones o lo que hubiera por medio para disfrutar de ese bien tan escaso por estos lares. No me deja de sorprender ver a gente, en pleno mes de febrero, a temperaturas bajo cero, sentada en la terraza de un bar, con una manta cubriéndole las piernas, distrutando de una bocanada de luz solar. Bien es cierto que en este invierno el sol ha sido escaso. Y lo comprendo: a veces, tras varias semanas de cielo ofuscado, parecía estar viviendo aquella película de mi infancia, Los Inmortales II, donde los hombres se veían condenados a vivir bajo un cielo cubierto que les protegía de la luz solar (Nota: entonces el cambio climático era el agujero de la capa de ozono).

Otra de las impresiones que uno tiene cuando llega aquí la resumió bien el gran Julio Camba en Aventuras de una peseta: "Los alemanes no son tan alemanes como yo consideraba". En efecto, el estereotipo del alemán cabeza cuadrada, puntual, disciplinado, frío y racional queda fácilmente olvidado tan pronto uno entra en colisión con un alemán cabeza cuadrada, puntual, disciplinado, frío y racional. Sin duda quedan vestigios del carácter y las costumbres de este pueblo del norte, según lo mire un sureño, como se nos conoce por aquí. En este sentido me permitiré una licencia y, de paso, me ahorraré un post: la primera costumbre que aboliría, por encima de las corridas de toros o el tabaco, sería el Abendbrot. A saber: esa manía de cenar siempre pan, casi los 365 días del año, salvo fechas señaladas, donde el pan es acompañado o sustituido por otro condimento de parecida enjundia.

El título de este blog está inspirado en La vida de los paseantes de Sebastian Haffner. El paseante, esa figura que el escritor alemán veía amenazada por "los autobuses arrolladores, los tranvías zumbantes, los automóviles rabiosos de todos los tamaños y razas, la manada de lobos de los ciclistas y los motociclistas rapaces de vuelo en picado", será el protagonista de mis últimos días en esta ciudad. Que nadie espere reseñas de museos, librerías, catedrales o demás lugares que encontrará mejor descritos en cualquier guía de viajes. Cualquier mención será siempre circunstancial o anecdótica. Aquí escribiré sobre los hamburgueses y, por extensión y sinécdoque, sobre los alemanes y todas aquellas cosas que tengan algo que ver con este país.

Para los que siguieron, o supieron, de mi NYC Serenade, va una advertencia: este blog no será un NYC Serenade a la alemana. Hamburgo no es Nueva York -aunque algunas calles tengan un cierto aire neoyorquino- y aquí no se cantan ni bailan serenatas. Aunque algo de eso tendrá y otras cosas que por entonces no rondaban por mi cabeza.

1 comentario:

  1. Mas Javi mas! Que ganas tengo de leer el siguiente articulo! Me encanto el blog de Nueva York y me da mucha alegria que hayas decidido escribir otro blog! Mas alla de que asi compartiremos contigo tus experiencias y reflexiones, para mi siempre es un placer leer lo que escribes. Besos! Susana

    ResponderEliminar