martes, 22 de marzo de 2011

Hijos de esos hombres

Cuando llegué a mi nuevo piso, pensé en iniciar unos apuntes antropológicos acerca del comportamiento de mis compañeros. No sé si por recato o deferencia, o simplemente, porque otros temas me rondaban la cabeza, lo he dejado hasta el último momento, cuando ya estoy a punto de dejarles. No voy a negar cierta prudencia, así como una recóndita esperanza, ante lo que en un primer momento consideré subsanable: tres semanas juntos, y todavía conservan intactas las telarallas que cuelgan de la pared del baño. Tres semanas, quién lo iba a decir, y todavía ninguna fregona se ha hecho dueña de esa cocina. Tres semanas, sí, y todavía acumulan con asombrosa destreza los platos sucios del desayuno en una esquina de la cocina que ya podría servir para llenar un campo de fútbol. Por el poco tiempo que íbamos a estar juntos, pensé, no valía la pena sembrar la discordia, sobre todo cuando hay muy poco espacio común que compartir. Reconozco que el afecto que me profesan desde el primer día que llegué me ha ablandado a extremos insospechables. ¿Cómo alzar la voz a unos muchachos que me han hecho descubrir la auténtica noche hamburguesa? ¿Qué decirles cuándo me han abierto las puertas a un mundo tan cerrado, el hamburgués, al que muy pocos extranjeros tienen acceso? ¿Cómo no disculparles su falta de puntualidad y su incorregible desorden? Y qué decir de su sentido de la solidaridad y el bien común, que consiste en apropiarse de la leche y los cereales que uno va a comprar en el supermercado sin necesidad de reponerlos después. No sé si esto es una de las consecuencias de ese alegre mayo del 68, como algunos se apresuran en seguida a decir; o, en cambio, consiste en un peldaño más de nuestro desarrollo. Lo que no me cabe duda es que, al menos en algo, Norte y Sur están más cerca que nunca. Quién sabe si algún día el Norte se hace Sur, y el Sur se hace Norte. En algo, al menos, hemos progresado.

2 comentarios:

  1. Varios amigos que comparten piso con Erasmus me han comentado que para la vida privada muchos norteños son extremadamente sureños. En la calle recogerán la caca del perro pero en casa no se ahorrarán el escupitajo o los calcetines sucios. Fundamentalmente las chicas.

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  2. Como ya dije en un anterior comentario, estuve un tiempo en Alemania (el día de la Einheit yo estaba en FfM). Puedo dar fé de que, liberados del control sobre todo materno, muchos (no todos) jóvenes consideran la higiene común como algo etéreo, algo que debe existir, pero que alguien, no ellos, debe poner en práctica. Eso sí. El gasto en prouctos de cosmética es enorme.

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