domingo, 6 de marzo de 2011

Mañana en el Alster

Un domingo en el Alster es como un domingo sin ruido y sin circo en el Retiro. Uno podría cerrar los ojos y sentir que está solo. También podría mantenerlos abiertos y observar cómo disfruta la civilización una mañana de domingo. La gente pasea alrededor del lago. Apenas se oye conversación alguna; o cuando se oye, no molesta. En las terrazas de los cafés, los hamburgueses disfrutan en silencio, taza de café en mano, del espectáculo que ofrece una mañana soleada. Los más inquietos despliegan las sábanas del Hamburger Abendblatt o el Welt am Sonntag; otros optan por la ligereza del Mopo. Es curioso que la ciudad que hasta hace poco albergaba al periódico más popular y populista de Alemania, el Bild, sea la que menos ostentación haga.

Es una mañana de periódicos. El affair Guttenberg sigue ocupando, sino la portada, un espacio destacado. En el Frankfurter Allgemeine Zeitung, Nils Minkmar escribe sobre las "dos semanas del psicodrama alemán". Y una pregunta que a más de uno le resultará familiar: "¿Por qué en la política alemana nadie habla como un adulto para nosotros, los adultos?". Minkmar cita el último libro del redactor jefe del Bild en Berlín, Nikolaus Blume, quien en estas dos últimas semanas ha hecho de abogado defensor del exministro en todos los debates televisivos. "Los votantes están decepcionados", dice Blume, "porque los políticos no cambian nada; por eso los votantes se alejan cada vez más de las elecciones y la vida política".

Cualquiera responderá que una clase política cada vez más ensimismada no es una particularidad alemana, como tampoco española. La particularidad, en cualquier caso, es otra. Zu Guttenberg parecía ser el Obama que necesitaba la política alemana, según la opinión del corresponsal en Berlín de The Economist. Tal vez fuera este mesianismo lo que había puesto en guardia a la vieja intelligentsia, encabezada por el semanario Der Spiegel, que aplaudió la dimisión de zu Guttenberg por ser buena para la cultura política del país. La manera en que el exministro llevó el affair fue patética. Tardó dos semanas en dimitir, y se excusó por haber cometido errores (negó el plagio, a pesar de que a esas horas ya era patente), algo que justificó normal en un joven padre de familia y diputado, muy ocupado en los quehaceres del Parlamento. Luego achacó el escándalo a una conspiración entre periodistas y políticos envidiosos de Berlín. Su discurso de dimisión ensombreció la grandeza del acto. Asumía su responsabilidad; eso sí, todo había sido un ataque contra su persona. La culpa, de los demás.

El psicodrama ya ha pasado. Uno ya puede disfrutar de una mañana soleada en el Alster, tranquilo de que el mesías duerme lejos.

3 comentarios:

  1. Zu Guttenberg por capítulos copiados en su tesis, Jacqui Smith por dos pelis porno y Seiji Maehara por 400 euros. El ensimismamiento no será exclusivo de los españoles pero el apoltronamiento lo parece.

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  2. Ahí apuntaba el link de la otra particularidad. Gracias por el comentario, Petrarca, y bienvenido. No siempre se tienen huéspedes de lujo como usted.

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  3. Uy. Gracias a usted por estas cosas que escribe (y que me escribe) y a Albert de Paco por descubrirme el lugar. :)

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