sábado, 12 de marzo de 2011

Un país en crisis

Cualquier extranjero que llegue a Alemania y siga la prensa autóctona llegará al cabo de poco a una conclusión poco esperanzadora: Alemania está en crisis. La autocrítica de intelectuales, periodistas, expertos, políticos, empresarios, etc., roza a veces cotas de autoflagelación. Cualquier desastre, tragedia o escándalo es motivo de una severa reflexión, a veces con repercusiones identitarias: la tragedia de Duisburgo y la buena organización de los alemanes; Thilo Sarrazin, el Islam y la amenaza de un partido populista; zu Guttenberg, los mecanismos de supervisión de las tesis doctorales, los Rock Stars y la cultura política alemana, etc., son uno de los ejemplos que ahora mismo me vienen a la cabeza. Claro que uno siempre puede leer el popularísimo Bild, sacar pecho y gritar "¡qué cojonudo somos!". Al cerrar las páginas del diario, eso sí, uno vuelve pronto al fustigamiento cotidiano. ¿Qué hemos hecho mal?, es la cuarta pregunta que Kant olvidó.

La única hipótesis que se me ocurre para explicar tanto afán de autocrítica no es otra que el carácter perfeccionista que muchos alemanes cultivan desde la escuela, cuando no desde la cuna. "Nadie es perfecto, pero nosotros trabajamos para serlo", decía Manfred von Richthofen, conocido popularmente como el Barón Rojo. Sólo hay que leer el currículum de muchos alemanes, sobre los que siempre me cabe la sospecha de que en la escuela los maestros les conciencian con la posibilidad de compaginar unas prácticas profesionales con la educación primaria.

Claro que el correlato positivo de tanto autoflagelamiento y afán perfeccionista salta a la vista de todos: y es que aquí, hacer las cosas bien es una costumbre. O debería. En eso, también trabajan.

1 comentario:

  1. Hace bastantes años que no leo a Stendhal, pero recuerdo que en una de sus obras, creo que en "Del amor", escribió algo así como que el alemán es el único pueblo que cuando reflexiona se enerva..., y lo peor -añado yo- es que no para de reflexionar. Los alemanes siempre están dándoles vueltas a las cosas.

    Ese afán perfeccionista del que siempre se habla yo no lo he visto, aunque esto quizás se deba a que yo vivo en Franconia, y ésta seguramente es, si es que es, una característica prusiana.

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