viernes, 11 de marzo de 2011

Maneras

Hay cosas que me superan. Y una de ellas es la franqueza de muchos alemanes. Se dejan de rodeos, dicen lo que piensan y piensan lo que dicen, lo que los hace todavía más temibles. Uno puede invitar a cenar a un alemán, haber invertido toda una tarde cocinando y el alemán, al ver la mesa, decir con total naturalidad: "Tiene una pinta asquerosa". El otro día mi compañero de piso cogió una cogorza de padre y muy señor mío. Regresó al piso a eso de las 6 de la mañana. Tenía visita con el médico, y no dudó en llamar a la enfermera y cancelar la cita aduciendo una resaca de caballo. La forma directa de decir las cosas es realmente admirable, y comparativamente queda bien reflejada en un ejemplo que hace dos semanas puso una profesora del Instituto Cervantes de Hamburgo en un semanario de profesores de español:

Situación 1. Un alemán quiere que un amigo también alemán le lleve al día siguiente a Ikea. Descuelga el teléfono y le pregunta:

- "¿Podrías llevarme mañana a Ikea?".

Situación 2. Un español llama a un amigo, también español, para que le lleve a Ikea. Descuelga el teléfono y le pregunta:

- "¿Qué haces mañana?".
- "Pues mañana estoy libre", responde el amigo.
- "Es que mañana me gustaría ir a Ikea". Etc.

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